Cuando los abra, quiero estar en un soleado día de finales de verano, sin más preocupación que poder mirarle a los ojos y no derretirme del amor. Que no me importe ni la falta de sueño ni todo el dinero gastado en llamadas a horas en las que hasta las calles ya están cerradas. Aunque él me desnude con la mirada, sé que nunca me quedaré sin ropa, pues llevaré puesta mi más sincera y ancha sonrisa allá donde vaya. Pensar que seremos jóvenes eternamente y que nuestro amor es un viaje de ida y vuelta al infinito; vivir como si no existiera el mañana, disfrutando siempre el presente y sintiendo que el segundo anterior ya es historia, porque fabricar recuerdos era lo que más feliz me hacía [casi tanto como quedarme colgada de sus labios horas y horas].
Que no tenía miedo de nada, mientras estuviera él; que sabía que nuestro amor era lo que me alimentaba y me mantenía con vida... hasta que, digamos, hizo lo que hizo. Me encantaría pensar que esto es un sueño y que en unos instantes me despertaré y volveré a la realidad, a mi mes de Septiembre, el mejor de mi vida.
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