Con la tecnología de Blogger.
jueves, 8 de diciembre de 2011

Inyecciones de felicidad.

0 comentarios
¿Qué se siente? ¿Qué se siente al sentir tu cuerpo vacío? Vacío y negro. Sin esa chispa que algunos llaman vida. Cuando todo se acaba, puede que pienses que tu vida, sí, esa millonésima parte de una millonésima parte de la Eternidad, no ha servido de nada; o, al contrario, al llegar el fin de tus días pienses: "Qué vida más plena. Ha merecido la pena". ¿Qué somos? ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué estamos aquí? Por casualidad. Una coincidencia de entre otras muchas millones de situaciones.
Cuando sientes que te marchitas, que tu existencia llega a su fin, supongo que piensas en tu vida: tu infancia, el primer día de colegio, tus primeros mejores amigos, llega la adolescencia, cambios en tu cuerpo, el primer amor, acabar el instituto, tu primera vez, haces una carrera, conoces a alguien especial, te casas, tienes hijos, un empleo estable, te mudas de casa, tus hijos crecen, jubilación... y también en todos tus sueños: ¿Quién no ha querido ser una super estrella? ¿O el balón de oro del año? Promesas que juraste cumplir: ¿Ese APS que escribísteis tú y tu mejor amiga allá cuando teníais once años en una piedra del parque? ¿Y cuando dijiste que amarías por siempre a ese primer novio? ¿Cuando prometiste a tus colegas de la Universidad que mantendríais el contacto? Ninguna se cumplió. Ya no te sigues llevando con ninguno de ellos. Nada se ha cumplido, nada se ha hecho realidad. Sólo has seguido el modo de vida "correcto". Una vida "estándar". Nada fuera de lo normal. Piensas: "Ésta es mi vida, ha estado bien. Pero no como yo quería".
¿Y qué hay luego? Algunos dicen que un paraíso o una condena. Otros el final de un penoso camino. Una reencarnación, tal vez. ¿O sólo oscuridad en un sueño eterno? Yo ya no sé qué creer. Nadie sabe qué es lo correcto, ni lo que realmente existe. Sólo sé que vidas sólo hay una. Así que, aprovéchala. Ríe siempre que puedas, sé amable en todas las ocasiones posibles. No finjas cuando estés mal. No te vendes los ojos para pensar que todo sigue igual. Llora cuando tengas que llorar, y sonríe cuando tengas que sonreír.

La vida no se mide por el número de veces que respiras, sino por los momentos que te dejan sin respiración.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
Designed by Photonica (c) 2011